viernes, 9 de marzo de 2012

Elogio de la locura


Jesús les habló de nuevo: "Yo soy la luz del mundo. El que me siga no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Juan 8:12). Ese era el mensaje que quería lanzar al mundo Gustavo Manduca a través de una camiseta interior cuando el pasado miércoles anotaba el gol que le servía al APOEL para igualar la eliminatoria frente al Lyon.

Esta sentencia, que a punto estuvo de costarle cara a su equipo pues fue el germen de su posterior expulsión por doble cartulina amarilla, refleja la fe, posiblemente la mejor virtud del conjunto chipriota. A falta de argumentos futbolísticos sólidos más allá del ansia de batallar hasta el último aliento, creer se ha convertido en el principal elemento para ver lo que muchos, todos, creíamos imposible.

Jamás pensé en las cosas que podrían unirme con un ciudadano de la remota Nicosia y sin embargo, cuando el otro día gritaba de alegría en mi casa tras detener Chiotis su segundo penalti en la tanda, descubrí que el fútbol y la ilusión mezclados son una fuerza muy poderosa capaz de crear vínculos inimaginables.

A todos menos al perdedor nos gusta sentirnos por unas horas seguidores del modesto, acompañarle en su momento de gloria como si hubiéramos sido partícipes del camino para lograrlo toda la vida. La gente quiere su camiseta, lanzar proclamas en favor de su "club por un día". El APOEL, como el Basilea independientemente de lo que suceda la semana que viene y más si consigue mantener su ventaja, nos han robado un poco el corazón.

Juntos reflejan ln sueño global de un panorama balompédico más democrático en el que países como Chipre, como Armenia, como Trinidad y Tobago, tengan derecho a disfrutar del partido de sus vidas al menos una vez. A batirse en duelo con alguno de los gigantes y soñar con un milagro que recordar el resto de sus vidas.

Quizás fuera casualidad, quizás no, que el protagonista de la gesta llevara por nombre de pila Dionisios. En la mitología griega fue bautizado así el dios del vino, inspirador de la locura ritual, del éxtasis, apodado el "Libertador". Chiotis, nacido en Atenas y que no atajaba un penalti desde hace seis años, fue el ídolo de una de las entidades más prohelenas del país, como si hubiera sido predestinado para ello.

Aquél equipo fundado en una pastelería, el que tenía el presupuesto más bajo de la máxima competición europea, el de los dorsales estrambóticos que tiene retirado el "feo" 79 en honor a sus ultras, esos que fundaron el grupo de apoyo ese año y que se dejaron el alma durante el choque de vuelta.

Esos locos chipriotas que aterrizaron sin hacer ruido como carne de cañón siguen quemando etapas y callando bocas. Primero fue intentar la remota opción de acceder a la Europa League, luego la de pasar a octavos, luego la de quedar primeros, luego la de eliminar al Lyon... golpe a golpe, verso a verso están escribiendo una de las poesías más bellas de la historia de la Champions

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